¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.

miércoles, 18 de junio de 2008

LAS HAZAÑAS DEL ABUELO DE MI AMIGA

CAPÍTULO 1
CUANDO FUE AL CORRAL A DAR DE COMER A LOS PERROS

El abuelo de mi amiga (en adelante, el abuelo) vive con sus hijos, sus nueras y sus cuatro nietos. Digo viven porque las dos casas están juntas y el abuelo cambia de casa cada dos meses. Para él, cambiar de casa es... como irse de vacaciones: cama nueva, baño nuevo, comida hecha de diferente forma...

El abuelo es alto, con poco pelo y lleva una garrotita. Tiene la voz muy grave y... bastante potente. Todos los domingos se levanta y, lo primero que hace, es dar la paga a sus nietos. Es el único gasto que tiene. Bueno no, también compra las almohadillas para sujetar su dentadura postiza. Aun siendo las dos únicas cosas en las que el abuelo gasta una ínfima parte de su pensión, parte en trocitos las almohadillas, como si de celofán se tratase, y los va poniendo separaditos, más o menos a la misma distancia, por toda la base de la dendatura. Sus nietos le regañan pero él no dice nada. En el fondo lo hará por ahorrar y, así, poder dejarles una herencia mayor... pensará el abuelo. Como lleva trozo sí y trozo no pegado, cuando come chascarrea su dentadura. Parece que tiene un coro de castañuelas en su boca. A él le da igual. Todo sea por la herencia...
Una tarde de verano, sí, una de esas en las que el asfalto echa humo y las chancletas se derriten de camino a la piscina, el abuelo de mi amiga decidió que tenía que ir a dar de comer a los perros. Cogió su garrotita y su cubo con pan duro y agua y enfiló la calle. -Este hombre, ¿no tendrá calor? ¡Pero si le va a dar una lipotimia!- le gruñía una de las nueras.
Cuando llegó al corral allí estaban los perros, en un rincón, a la sombra de un almendro. Normalmente cuando alguien llegaba al corral se volvían locos de contentos. Pero esta vez no. No porque fuera el abuelo, sino porque tenían tal soñera encima que ni el más delicioso de los manjares les hacía moverse.
Pero allí estaba el abuelo, dispuesto a mover al grupo de chuchos para darles de comer... a la fuerza. Y al agacharse para darles el cubo con el pan y el agua, se cayó de su boca la dentadura, con tal mala suerte de que uno de los perdigueros confundió la pieza dental con el pan, y quiso él también llevar una dentadura postiza. Total, que el perro terminó mordiendo la prótesis. Cuando el abuelo la rescató de la boca del perro estaba hecho dos trozos. Pero el no se preocupó.
Después de dar la comida a los caniches se marchó de vuelta a casa con su dentadura rota en el bolsillo. Cuando llegó la limpió con lavavajillas y la pegó con pegamento y... voilá! a la boca! que es de donde no debería haber salido!
El abuelo de a mi amiga tenía unas cosas....