¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.

viernes, 2 de enero de 2009

OTRO AÑO MÁS...

Después de un silencio de más de tres meses hoy he decidido volver. Y lo he hecho por vosotros. Por todos los que me conocéis, ya sea de un mes o de toda la vida. No quería dejar pasar esta oportunidad, aprovechando el final del 2008, sin dedicaros unas palabritas, unos pensamientos.
Este año creo que ha sido uno de los más humanos de mis 22 añazos. He llegado a sentir muchas cosas, he “cambiado”, y sobre todo, he madurado.
Me he dado cuenta de que la vida pasa, y que si no la disfrutas, si no la sientes, si no la vives… se disuelve, pasa de largo, sin darte cuenta, y vidas (terrenas) no hay más que una. He aprendido a masticar los segundos, a exprimir las sensaciones, a disolver hándicaps… he aprendido a aprender de los nuevos, a disfrutar de los viejos… he aprendido…
He experimentado gratamente que aunque el cuerpo esté a millones de kilómetros, la esencia se queda en los lugares donde te quieren, donde les quieres.
He llorado manantiales por sentir cosas que no quiero sentir. Y es que el sentir se siente sin querer, sin saber, sin poder… y sin querer pensarlo lo piensas, y piensas que no quieres pensar no querer…
Los nuevos me habéis traído un sinfín de sensaciones y sentimientos. He aprendido mucho de vuestros planteamientos de la vida. Hice muy buenos amigos, geniales, de los que nunca se olvidan… Y aunque el mundo es grande y está lleno de gente mala, frustrante, peligrosa y dañina, en vosotros he visto la parte buena, enriquecedora, humana, sincera, sencilla, divertida, apasionante, cariñosa, loca… Este año me habéis hecho ver que somos tan diferentes y a la vez tan iguales…
Y a los viejos… que decirles… que les quiero tanto que no podría vivir sin ellos. Una frase tan vieja y tan sincera… que este año sin duda ha sido uno de los mejores de los últimos años. Hemos reído (muchísimo) y llorado juntos, hemos bebido hasta no poder más, hemos visto amanecer y anochecer, nos hemos sentido, besado y abrazado tanto… Y sobre todo nos hemos aceptado tal como somos, valorando los límites de cada uno, sus defectos y sus virtudes. Eso es lo mejor. Nos queremos sin más, con lo bueno y con lo malo. ¿Os he dicho alguna vez que me encantáis? Solo espero que todo lo que hemos pasado y hecho en este viejo 2008 no se quede aquí…y que sigan las fiestas!!!
Y mis niñas de la gran ciudad… que deciros… que aunque me veáis poco el pelo… os llevo siempre conmigo y que, aunque este sea nuestro último año en la facultad, espero no lo sea para nuestra amistad. Me lo he pasado genial con vosotras y me habéis enseñado muchas cosas. Gracias por haber estado siempre ahí. Yo lo estaré hasta cuando vosotras queráis, como si es una eternidad…
Y a todos, como dice un anuncio de televisión, que sin vosotros no soy nadie, pero con vosotros puedo hacerlo todo. No cambiéis nunca, porque yo os quiero tal y como sois.
Siempre vuestra
Verónica.

viernes, 19 de septiembre de 2008

A alguien siempre le vendrá bien...

Acababa de subir a casa. Hacía calor, mucho calor y decidí abrir el balcón para que entrase la casi inexistente brisita de Madrid, típica del ecuador de agosto. Me tumbé en el sofá y encendí la televisión. Realmente no me apetecía, pero tampoco tenía sueño (es que últimamente me afecta el insomnio) así que decidí quedarme un rato para ver si conseguía amodorrarme.

Normalmente a esas horas en mi calle (a pesar de estar en pleno centro de Madrid es muy tranquila y silenciosa) no se escucha ni una rata, ni se ve a un alma, solo a los empleados que recogen la basura (qué haríamos sin ellos). Esa noche había alguien. Escuché como murmuraba y removía cosas, agitaba bolsas... al principio no me atreví a asomarme al balcón... pero lo hice. Allí abajo estaba ella, unos 30 años, extremada delgadez, pantalones vaqueros desgastados de campana, encima de estos una falda de tubo por la rodilla, camiseta de tirantes y el pelo recogido en un pequeño moño encima de la nuca. Era morena, con los ojos saltones y los pómulos muy marcados. Rebuscaba entre las bolsas con nerviosismo y hablaba sola. Repartía el material en varias bolsas, supongo que dependiendo de su utilidad, y clasificaba de una forma tan rápida y eficaz que apenas me daba tiempo a ver qué tenía entre las manos. Un gorro de lana rojo publicitando alguna marca, un llavero, una caja de zapatos, unos pendientes en su bolsita, una camiseta... papeles y más papeles que inspeccionaba, esos sí, detenidamente, por si de un cheque al portador se tratasen. Después cogió otra bolsa, la despedazó, pero allí no había nada interesante, solo eran restos de comida y papeles. La acera se había llenado, en un momento, de la basura que minutos antes estaba dentro del contenedor.
Por la esquina se acercaban unos chicos. Ella se asustó. Se sacudío las manos a la vez que peinaba su pelo. Cogió sus bolsas, aquellas que había llenado de cosas "útiles", y se marchó nerviosa, mirando hacia atrás por si alguien le perseguía. No la he vuelto a ver.
A veces pienso si debería dejar, al lado del contenedor (no dentro), algunas cosas que tengo en el armario y que me da pena tirar, pero que ya no uso, por si ella vuelve y le sirve como le sirvieron aquellos pendientes que me regalaron en una agencia a la que fui a hacer una entrevista, o ese gorro de lana rojo con que me obsequiaron cuando me inscribí en el gimnasio, o la camiseta desteñida con lejía, o la caja de los zapatos que acababa de comprar por la mañana... Cosas que a mi no me importan, al revés, que me estorban, y a las que ella habría sacado un uso que yo nunca hubiera dado.
Somos afortunados

jueves, 4 de septiembre de 2008

AL FIN Y AL CABO...

Ya echaba de menos esto. En junio abandoné (queriendo involuntariamente). Quizá por los exámenes, quizá porque el calor me volvió vaga, quizá porque se me terminaron las ideas... Mi cerebro, al revés que los osos, hiberna en verano. Se vuelvo insuso, poco original y demasiado "viva la pepa". El verano apaga mis instintos deportivos y literarios. Qué le voy a hacer.
Pero ya estoy aquí, de nuevo. La verdad es que me han pasado muchas cosas, de algunas casi ni me acuerdo, y otras están por pasarme todavía. Eso sí, ha habido un hecho muy importante, un cambio que llevaba tiempo esperando. Era la tercera vez que lo intentaba. ME HE DAJADO DE COMER LAS UÑAS. Para mí esto es como el que deja de fumar. Al principio cuesta, cuando crecen un milímetro están blandas y se doblan, y por no morder las ensalibas... y por no morder se te cuece el dedo... pero por fin me las puedo pintar. Me cuesta quitarme las lentillas y mis yemas de los dedos apenas llegan a las teclas del ordenador. Pero merece la pena, sí, mucho.
En julio empecé mi beca como correctora en El Mundo. Y hoy todavía sigo aquí, a estar horas. A ver lo que dura. Me tuve que quedar en Madrid. Sí, llevo aquí todo el verano. Menos mal que este año el asfalto no llegaba a derretir mis sandalias. Pero ha sido aburrido.
Ahora espero con ansias mi viaje a Nuevo York, gracias a este blog, a Atrapalo. com y a la Escuela de Escritores. Y en noviembre, a Frankfurt y a Toronto. El aburrimiento del verano se verá compensado.
Ahora me marcho a casa, a dormir. Mañana será otro día. Mañana habrá más historias.

miércoles, 18 de junio de 2008

LAS HAZAÑAS DEL ABUELO DE MI AMIGA

CAPÍTULO 1
CUANDO FUE AL CORRAL A DAR DE COMER A LOS PERROS

El abuelo de mi amiga (en adelante, el abuelo) vive con sus hijos, sus nueras y sus cuatro nietos. Digo viven porque las dos casas están juntas y el abuelo cambia de casa cada dos meses. Para él, cambiar de casa es... como irse de vacaciones: cama nueva, baño nuevo, comida hecha de diferente forma...

El abuelo es alto, con poco pelo y lleva una garrotita. Tiene la voz muy grave y... bastante potente. Todos los domingos se levanta y, lo primero que hace, es dar la paga a sus nietos. Es el único gasto que tiene. Bueno no, también compra las almohadillas para sujetar su dentadura postiza. Aun siendo las dos únicas cosas en las que el abuelo gasta una ínfima parte de su pensión, parte en trocitos las almohadillas, como si de celofán se tratase, y los va poniendo separaditos, más o menos a la misma distancia, por toda la base de la dendatura. Sus nietos le regañan pero él no dice nada. En el fondo lo hará por ahorrar y, así, poder dejarles una herencia mayor... pensará el abuelo. Como lleva trozo sí y trozo no pegado, cuando come chascarrea su dentadura. Parece que tiene un coro de castañuelas en su boca. A él le da igual. Todo sea por la herencia...
Una tarde de verano, sí, una de esas en las que el asfalto echa humo y las chancletas se derriten de camino a la piscina, el abuelo de mi amiga decidió que tenía que ir a dar de comer a los perros. Cogió su garrotita y su cubo con pan duro y agua y enfiló la calle. -Este hombre, ¿no tendrá calor? ¡Pero si le va a dar una lipotimia!- le gruñía una de las nueras.
Cuando llegó al corral allí estaban los perros, en un rincón, a la sombra de un almendro. Normalmente cuando alguien llegaba al corral se volvían locos de contentos. Pero esta vez no. No porque fuera el abuelo, sino porque tenían tal soñera encima que ni el más delicioso de los manjares les hacía moverse.
Pero allí estaba el abuelo, dispuesto a mover al grupo de chuchos para darles de comer... a la fuerza. Y al agacharse para darles el cubo con el pan y el agua, se cayó de su boca la dentadura, con tal mala suerte de que uno de los perdigueros confundió la pieza dental con el pan, y quiso él también llevar una dentadura postiza. Total, que el perro terminó mordiendo la prótesis. Cuando el abuelo la rescató de la boca del perro estaba hecho dos trozos. Pero el no se preocupó.
Después de dar la comida a los caniches se marchó de vuelta a casa con su dentadura rota en el bolsillo. Cuando llegó la limpió con lavavajillas y la pegó con pegamento y... voilá! a la boca! que es de donde no debería haber salido!
El abuelo de a mi amiga tenía unas cosas....

martes, 10 de junio de 2008

LA SORPRESA DE LA PRINCESA

Había sido una noche fabulosa. Maricienta había encontrado a su príncipe azul. Aquel brazalete que la mama madrina le prestó le había traído suerte. Él era más rubio que un querubín, con los ojos más azules que el cielo despejado de primavera, con su metro ochenta... Ella, una rubia de ojos verdes, tez rosada, metro ochenta y minitalla. Entre el aire que separaba ambos pechos se podía palpar la simbiosis.

Pero era tarde, ya tocaban las 12 campanadas en la torre de palacio y el hechizo no tardaría en romperse. Así que Maricienta salió corriendo, sin despedirse, dejando caer atrás aquel brazalete tan mágico. Antes de que llegara a la carroza, el joven galán, que había encontrado caída en el suelo la joya de la suerte, alcanzó a la bella chica para colocarle la pulsera sobre su rosada muñeca, le quitó el guante y... pero hubo algo que le hizo gritar de de dolor, o, mejor dicho, de asco. Un enorme lunar color tierra mojada manchaba toda la mano de la chica. Y lo peor: estaba poblado de pelo! Unos pelos tan negros y largos que podían trenzarse! Unos pelos que pedían a gritos una depilación por laser en Corporación Dermoestética! Nunca había visto nada igual. Dónde había quedado esa piel rosada, ese pelo color dorado?...

ESTÁ CLARO QUE NO ES ORO TODO LO QUE RELUCE.